El yoga como un camino a sanar la herida de la humanidad
El cuerpo es una enseñanza, lo que podemos aprender de él es infinito y es en la respiración que conecta con todo. Es donde podemos comenzar a sanar la herida de la humanidad.
Muchas veces nos sentimos frustrados, confundidos y con mucho dolor físico y mental. Pensemos que el cuerpo tiene su propio lenguaje, así como el de la escritura y la oratoria. El dolor tiene que ver con no comunicar. Somatizar tiene que ver con algo que no está integrado en sí mismo y el cuerpo manifiesta para decir: “date cuenta que esto está pasando”.
Nos pasa mucho cuando vivimos la vida a través de un pensamiento. El cuerpo se cansa y la mente también, perdemos la armonía interior y nos adentramos en un estado exhaustivo y común. Pero que sea común no significa que sea un buen camino ya que no es necesario estar en ese nivel de vibración.
Notemos cuando el cuerpo te dice “ansiedad, depresión, presión alta, alergias e infinitas enfermedades”, y el mercado, “inyéctate esto, empastíllate con esto, compra, compra, compra”.
¿No está claro que esa no es la solución? ¿No es el cuerpo que requiere un poquito más de nuestra atención y amor?
La herida de la humanidad es la distancia emocional y ese anhelo de conexión, de unión. Es estar flotando en el océano sin estar interpretando lo que es o lo que sentimos, o cómo le vamos a contar a un amigo nuestra experiencia. La verdadera conexión viene de la entrega al momento y al ritmo del oleaje. De la gratitud en el corazón y la sonrisa en el rostro que viene del simple goce del estar presentes y vivos.
¿Cómo conseguimos entrar en un estado así?
El yoga propone disolución de la dualidad. La esencia del yoga es la unión y la conexión comenzando con el cuerpo y la mente. Es en esta donde la creación no tiene límites y no sufrimos porque nuestra naturaleza no es la división.
¿No te ha pasado que cuando sientes más en armonía es cuando estás completamente presente?
La clave es disolver lo que separa y divide, nada por encima de uno, ni nada por debajo. Es ver lo que divide y elegir el otro camino: el del cuerpo y la acción. La desconexión genera interpretarlo todo a través del intelecto y no a través del cuerpo y por ende, sin notar la división de la cual muchos estamos acostumbrados.
El yoga ayuda a ver eso. Ayuda a percibir el ruido y el caos que se crea en el cuerpo cuando no está centrado. Pero cuando nos centramos, el cuerpo busca el bienestar físico, la mente se organiza y uno comienza a cobrar distancia emocional y ver patrones que se repiten o conductas que tienen más que ver con una memoria del inconsciente.
Es como estar pataleando y luchando en el mar y luego entregarse al respirar. Nos convertimos uno con el ritmo oceánico. Nos unimos a la orquesta de la creación, y en ese momento de entrega, la transformación comienza a suceder y el cuerpo se desbloquea para accionar.
Cuando nos entregamos, obtenemos más riqueza de lo que queríamos poseer, pues el que no tiene nada desde una profunda convicción, lo tiene todo. Cuando conectamos con la fuente de energía, la realidad nos provee todo lo que necesitamos. Cuando estamos en el pensamiento, pensamos que necesitamos más de lo que realmente lo hacemos.